El efecto de la Primera Guerra Mundial sobre la economía
es causa de múltiples polémicas ya que, como todo análisis histórico y
económico, está profundamente ligado a la ideología
política. En cualquier caso, inició una transición hacia un nuevo orden mundial
que se consolidaría con la Segunda Guerra Mundial. Muchos autores ven
en la Gran Depresión una consecuencia directa de la
magnitud de los cambios que se produjeron.
La
preparación del conflicto bélico y, especialmente su ejecución,
supusieron un incremento de los gastos militares. En el Reino Unido, Alemania y
Francia la financiación de las acciones bélicas no fue cubierta con los
ingresos de carácter ordinario. La gran mayoría de los gobiernos
se endeudaron fuertemente, hasta extremos insospechados hasta entonces,
recurriendo a campañas propagandísticas de carácter patriótico y se generaron
fuertes presiones inflacionistas. La estrategia financiera estaba dirigida hacia
la victoria militar que iría seguida por indemnizaciones millonarias de los
derrotados.
El tejido
productivo se orientó a la producción de armamento,
de forma que los bienes de consumo empezaron a ser escasos. Todo tuvo un
impacto muy negativo sobre los estratos más pobres de la sociedad,
causando numerosas revueltas, como la Revolución rusa.
Hundimiento del patrón
oro
El sistema de pago internacional, conocido
como patrón oro
había venido funcionando desde 1870, y se caracterizaba por la utilización del
oro para liquidar las transacciones y deudas internacionales, como «valor
estándar» con el cual las diferentes naciones fijaban la paridad de su moneda.
El
comienzo de la guerra supuso que todos los países suspendieran el patrón oro,
las transacciones financieras pasaron a estar controladas por los gobiernos y
los tipos de cambio fijados por los gobiernos unilateralmente. Durante la
guerra, las potencias europeas tuvieron que importar grandes cantidades de
armamento, y eso supuso la desaparición casi total de oro en los países
beligerantes. Por el contrario, los países neutrales, exportadores netos de
armamento, tenían un gran exceso, que era peligroso poner en circulación sin
caer en procesos hiperinflacionarios. Éstos fueron principalmente los Estados
Unidos de América y España. Estados Unidos pasó de acaparar, en 1913, el 26% de
las reservas mundiales de oro para fines monetarios hasta el 39% en el
año 1918.
En estas
circunstancias, al finalizar la guerra, restaurar este sistema de pago
resultaba inviable: los bancos centrales de algunos países no disponían de reservas
suficientes como para realizar pagos internacionales, mientras que otros tenían
en exceso, pero no podían aplicar la lógica seguida del tipo de interés.
En
consecuencia, se abandonó esta práctica. En muchos países, se empezó a utilizar
dinero fiduciario, es decir, sin más tipo de
respaldo que la confianza. La falta de conocimientos sobre este sistema
monetario, así como la facilidad con la que era posible producir más moneda
para el Estado,
llevaron a las grandes hiperinflaciones
de los años veinte, principalmente en Alemania
y Austria.
A nivel
internacional, la falta de un sistema estable de pagos perjudicó fuertemente el
comercio,
a pesar de que la libra esterlina se mantuvo como moneda de
referencia, con una progresiva tendencia hacia el dólar.
A finales
de los años veinte,
se intentó recuperar este sistema, pero errores en la fijación de la paridad de
la libra esterlina vaciaron pronto las reservas británicas y propiciaron el Crack de 1929
en la bolsa de Nueva York. Este hecho fue
determinante para la llegada de la Gran
Depresión y el fracaso definitivo del patrón oro.
Llegada de la mujer al
mundo laboral
La necesidad
de soldados,
así como su muerte masiva, estaban dejando sin mano de obra a una industria en
plena expansión. Este hecho supuso la aparición de la mujer en la industria
pesada, llegando a suponer, por ejemplo, más del 40% de los trabajadores
metalúrgicos, cosa que favoreció una gran expansión del movimiento
feminista.
La mujer
hasta que inicio el periodo de la primera guerra mundial solo podía acompañar a
su marido en compromisos sociales, y por supuesto en buena medida se dedicaba a
las tareas domésticas. La Revolución Industrial relegó aún más a la mujer, pues
el trabajo que hacía de artesanía en el hogar, ya no lo podía realizar en la
industria pues estaban vetadas de la misma, solo algunas mujeres solteras
pudieron acceder a este tipo de trabajo, pero con un salario más bajo que
cualquier otro hombre. El papel de la mujer cambio drásticamente desde la
primera guerra mundial, pues obligada por la nueva situación, pasó de ser ama
de casa, a trabajadora, obrera, enfermera, activista; en fin, parte de la
sociedad trabajadora. La guerra acabó con el desempleo, con lo cual la mujer
empezó a participar en el mercado laboral, desde trabajo de oficina y también
como obreras fabriles de la industria. A pesar de ello, los salarios eran
injustos. Las industrias contrataban varias mujeres para reemplazar a un solo
hombre, o dividiendo trabajos laboriosos en etapas más fáciles, y ello con el
fin de pagar un salario inferior al del hombre.
Otra de
las grandes consecuencias de la guerra fue el voto. Poco después del final de
la guerra, Alemania les dio el derecho al voto a las mujeres. En Inglaterra en
1918 las mujeres mayores de 30 años obtuvieron el derecho a votar, pero no fue
hasta 1928 que las mujeres mayores de 21 años pudieron hacerlo.
En
Estados Unidos, en la Segunda Guerra Mundial se continuó con la labor que la
mujer desempeñó y que se descubrió en la primera guerra mundial, y esto fue una
oportunidad para el desarrollo laboral de la mujer en las fábricas, donde
fueron requeridas para trabajar. También se creó el cuerpo del ejército de
mujeres (Women's Army Corps; WAC).
Avance técnico
La
Primera Guerra Mundial es famosa por ser la primera vez en que la humanidad
puso en marcha toda la maquinaria industrial para su propia destrucción. Los
avances tecnológicos de la Revolución industrial convirtieron el
conflicto en una auténtica carnicería, donde se combinaron tácticas totalmente
anticuadas con artilugios de muerte masiva. Este hecho puso de manifiesto que la
superioridad técnica era más importante que la numérica, y se destinaron
grandes cantidades de dinero a la investigación y desarrollo de todo tipo de armas. Fruto de eso,
avanzó notablemente la industria química, que una vez firmados los
tratados contra el uso de armas químicas, se especializó en pesticidas.
Destaca especialmente el impulso que recibió la aviación, con las primeras
grandes batallas aéreas. Las necesidades de la guerra introdujeron
definitivamente las técnicas de producción en serie en Europa,
así como otras numerosas mejoras en las técnicas organizativas de la industria.
Destrucción del tejido
productivo europeo
La
reducción de la importancia del factor humano supone un crecimiento de la
industria militar. Como ya se ha visto, los grandes gastos de la guerra
supusieron un desplazamiento adicional de la industria civil hacia la militar.
Aunque en un principio las tensiones inflacionistas ayudaron a una rápida
expansión industrial, las fábricas pronto se convirtieron en un objetivo estratégico por
destruir al adversario.
El uso de
agentes químicos, así como el peligro que suponían las bombas sin estallar y otros restos de guerra,
tuvieron como consecuencia una importante reducción de la superficie que se
podía dedicar a la agricultura, en el continente europeo. Los
efectos negativos no llegaron a los EE. UU.,
ya que no se produjo ningún combate en sus tierras. Al contrario: la creciente
demanda de una Europa en guerra facilitó una impresionante expansión de la
producción en todos los ámbitos. Aunque el final de las hostilidades supuso una
importante crisis económica, los EE.UU. se alzaron como primera potencia
económica mundial: antes de la guerra (1913), más del 55% del PIB mundial era europeo;
después de la Primera Guerra Mundial (1918), el 45% lo era de los Estados
Unidos.
Restructuración de
fronteras y mercados
El final
de la Primera Guerra Mundial trajo cambios importantes en las fronteras
de los países, con sus lógicas implicaciones económicas. Por una parte, las
potencias victoriosas ampliaron sus territorios y, con ellos, su acceso a materias
primas. El Imperio austrohúngaro se disolvió en una
gran cantidad de países independientes, los cuales tuvieron serios problemas,
ya que su estructura económica e infraestructuras
estaban orientadas hacia Viena, un mercado ahora cerrado. Eso les dejó en una situación
de estancamiento, con grandes gastos de reconversión industrial. Lo mismo pasó
con las Repúblicas que se independizaron del Imperio Ruso.
Algunos
países que estaban divididos entre dos grandes imperios se encontraron
paradójicamente con infraestructuras inconexas, como por ejemplo vías de ferrocarril
con dos anchuras diferentes (Yugoslavia), lo que también se reflejó en su estructura
productiva. Esta reestructuración política favoreció el incremento de la
protección de la competencia exterior en estos nuevos países, con lo que
incitaron a otros países a elevar también sus barreras comerciales. Esta
situación de crisis en el Este propició el ascenso de regímenes totalitarios,
que participarían activamente en la Segunda Guerra Mundial.
Compensaciones económicas
en el Tratado de Versalles
Las potencias victoriosas tomaron una serie de
medidas penalizadoras contra los derrotados, que se materializaron en el Tratado de Versalles y que consistieron,
principalmente, en la entrega de los barcos mercantes alemanes y la cesión de
nuevos barcos, como restitución de la flota mercante perdida por los aliados
durante el conflicto; la entrega anual de 44 millones de Tm de carbón, 371.000
cabezas de ganado, la mitad de su producción química y farmacéutica y de otros
productos industriales, durante cinco años así como la requisa de la propiedad
privada alemana en los territorios y colonias perdidos. Pero la principal
medida fue la fijación de una cantidad como indemnización en concepto de gastos
militares. La cantidad impuesta a Alemania, decidida en 1921 fue de 132.000
millones de marcos oro, una cantidad desorbitada para la época, lo que
significaba, en su momento inicial, el pago anual del 6% del PBI de este país. El sistema fiscal y
monetario alemán acabó hundiéndose, por lo que sus acreedores acabaron cobrando
sólo una pequeña parte de las deudas, a costa de que la economía internacional
perdiese oportunidades de fortalecimiento y crecimiento. Los vencedores exigían
además que el pago se realizase en oro, lo que requería, entre otras cosas, que
las exportaciones alemanas superasen ampliamente a las importaciones, pero a la
vez los aliados cerraron drásticamente sus mercados a las importaciones,
elevando la protección a sus industrias. Esta deuda fue una de las claves de
los fuertes procesos de hiperinflación y la crisis de la Gran
Depresión, así como la subida al poder del nazismo